domingo, 8 de junio de 2008

"El problema de mi querida tierra vasca", by Ernest Lluch (El Correo, 19-09-2000)

La primera acción de ETA con resultado de muerte ha sido siempre considerada como significativa puesto que se ha intentado que posea un significado político, una liturgia y una épica trascendentes. Si preguntamos sobre cuál fue la primera, unos nos contestarán que el disparo de Txabi Etxebarrieta, a quien conocí como un activo estudiante de Económicas, contra el guardia civil Pardines, lo que sucedió el 7 de junio de 1968. Una muerte que fue correspondida con la de su protagonista.
Otros afirmarán que fue el asesinato del policía político Melitón Manzanas, de una casta que me vi forzado a conocer, por los mismos meses. Ambos casos pueden tener cierto significado, liturgia o épica para quien no tenga las ideas claras de que cualquier muerte es condenable.
Sin embargo, la primera muerte real no tuvo ningún «heroísmo». Concretarlo y demostrarlo sacará épica a los que defienden actualmente a la organización violenta y dejará responsabilidades a quienes en los años sesenta y setenta pertenecieron a ella y ahora dan lecciones al mismo tiempo que dan la impresión de que «pasaban por ahí» y que lo peor aconteció, precisamente, al día siguiente de que se dieran de baja. Cierto es que desde el mismo momento inicial, el día de San Ignacio de 1959, todos los estudiosos indican que la sexta rama de ETA tenía como responsabilidad emprender «acciones militares».
Uno de ellos, Francisco Letamendia, añade «aunque su actividad en los primeros años es bastante parca». Ser parca no es ser nula por lo que deja el rastro de que algo pasó inmediatamente. El texto anónimo De Santoña, 1937, a Burgos, 1970, que se considera autoridad sobre la primera etapa violenta de ETA, no da prácticamente pista alguna aunque afirma que desde el mismo 1960, retengan la fecha, «miembros destacados de la primera ETA pasaron a residir permanentemente en Euskadi Norte». 1961 con un descarrilamiento de ferrocarril, anótese el medio de transporte, es la fecha que se hace explícita del inicio de acciones violentas.
Distintas publicaciones indican vagamente que la primera acción violenta fue ya en 1960 con resultado de muerte, según me confirma Gurutz Jáuregui. Sin embargo, hasta 1992 no hay quien dando pelos y bastantes señales haya precisado que el primer muerto por ETA pudo ser en 1960.
Me refiero al severo estudio introductorio a La ética para la paz. Los obispos del País Vasco 1968-1992 realizado por el vicario general, antes y ahora, de la Diócesis de San Sebastián. En la página 20 de las 352 de la introducción expresa con bastante claridad lo que hasta el momento se había escrito en términos muy imprecisos: «en realidad, parece ser que la primera víctima de una acción terrorista de ETA fue la niña de 22 meses Begoña Urroz Ibarrola, muerta el día 27 de junio de 1960, al hacer explosión un artefacto colocado en la estación de Amara (San Sebastián)».
Empecemos a comprobar lo que escribió el mosén. El Diario Vasco del 28 de junio indica que a las 19:10 horas del día anterior explotó una bomba que afectó a María Begoña Urrosi (sic) Ibarrola, de 18 meses, que vivía en la calle (la omito) de Lasarte, causándole «quemaduras en ambas piernas y brazos, heridas contusas en pierna y pie izquierdos y quemaduras en la cara», ingresando en estado grave en la clínica Perpetuo Socorro. Al día siguiente informa de su muerte a primeras horas de la noche anterior, cuando ya había sido, ahora sabemos, trasladada a su casa. La familia confirma que el bebé se llamaba Urroz y que tenía 22 meses contra lo que dicen los tres periódicos locales.
El único punto en el que el mosén no es exacto es en que murió el día 28 y no el 27. La dirección es coincidente, por balconada, con la real. Las otras cinco víctimas sanaron, lo que no le fue posible a Begoña, abrasada por unas llamas de las que la arrebató un mozo de estación.
El Diario Vasco dio cuenta fotográfica y escrita del entierro. Unidad y La Voz de España, del funeral. ¿Fue ETA? El Ministerio de la Gobernación lo atribuyó a un genérico «separatistas y comunistas». El falangista donostiarra Unidad sugería que era consecuencia de una reunión habida en París entre el Partido Comunista de Francia y de España. Quien conociera al Santiago Carrillo de entonces sabe que es metafísicamente imposible.
Consultada la biblioteca de los benedictinos de Lazkao podemos añadir, según recoge la Oficina Prensa Euzkadi del Gobierno vasco en el exilio, que la agencia United Press International lo atribuyó al Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación. Esta era una organización de existencia confusa por lo que la OPE comenta en su nº 3.189 de 1 de julio de 1960 que es «difícil pronunciarse sobre su autenticidad». La publicación del PNV Euzko Deya titula al acto de «estupidez criminal».
Lo cierto es que explotaron al mismo tiempo diversas bombas en estaciones de tren con un solo resultado de muerte que seguramente no se buscaba, pero quien juega con fuego, y nunca peor dicho, quema aunque no se queme.
No hemos encontrado ni en Lazkao ni en publicaciones que ETA se atribuyera la colocación de bombas en 1960. El esperable resultado de una muerte especialmente repugnante debió conducir a una discreción absoluta.
La fuente en que se basó el vicario general Pagola era impecable y a partir de ella he podido obtener informaciones comprobatorias y adicionales. La familia recibió versión oficial de la autoría de ETA y en su entorno vecinal no hay duda de ello. Los detalles son estremecedores y absolutamente previsibles para quien utiliza material incendiario. Una muerte terrible.
A la madre de Begoña, que vive, quisiera extenderle toda la ternura desde el 28 de junio de 1960 hasta el final. A sus asesinos, que el remordimiento les devaste. Indigno inicio en el pecado original de ETA.